El pasado mes de junio el director del máster, José Luis Carballo, participó en una nueva edición de Ciencias con Tapas, dentro de una mesa redonda titulada ‘¿Qué sabemos de las adicciones? Aspectos científicos y sociales’, organizada por el IBMC de la UMH.
En su exposición señaló que la adicción es entendida como un hábito regulado por (diferentes) factores (biológicos, psicológicos y sociales) que se caracteriza por suponer una pérdida de control del comportamiento por parte del sujeto. A corto plazo, se mantiene por reforzamientos positivos (consumir para pasarlo bien, por ejemplo), pero con el tiempo la persona deja de consumir para obtener placer y lo hace para evitar, por ejemplo, el malestar asociado al síndrome de abstinencia (refuerzos negativo), lo que genera ambivalencia: después de la ingesta de alcohol, una persona puede seguir bebiendo para no encontrarse mal; depende de algo que no le apetece pero a la vez le da diversión. El consumo de esas sustancias tiene consecuencias a largo plazo para la salud pero también para aspectos sociales.
Hay múltiples factores que regulan la conducta adictiva: la relación con los iguales, pues el círculo social influye en ello (fuman, beben, no lo hacen…), contextos donde se premia y favorece esta ingesta (por ejemplo celebraciones con alcohol, familias con actitudes favorables hacia el consumo donde se permite la plantación de cannabis y se consume…), familias desestructuradas, acoso, nivel de exigencia hacia uno mismo, baja percepción de riesgo… Ante la falta de estrategias de adaptación, en estas situaciones, el consumo puede ser una vía de escape. A nivel social, cuando más accesibilidad hay, existe más probabilidad de consumo. En este sentido, es algo bastante común, en los medios de comunicación por ejemplo, se dedican varios minutos al día para prevenir el consumo de estas sustancias, pero el resto de la programación lo premia (películas, series, programas…).
No obstante, el factor más influyente es el aprendizaje: los efectos inmediatos tras el consumo aumentan la probabilidad de que se repita esta conducta, como por ejemplo, cuando aprendes que para pasarlo bien, para desahogarte si estás disgustado, para celebrar algo o para ligar, tienes que consumir, esa cultura hace que un sujeto pueda acabar desarrollando una adicción, aunque también entran en juego factores biológicos. Cada factor tiene un peso determinado dentro de la ecuación.
Sobre los consumidores, uno de los enfoques cuando se sabe que hay una adicción es qué se hace con ellos. Una pregunta determinante, puesto que las campañas de prevención no son suficientes. Hoy la hacen y una persona puede asumirla, pero cuando llega el sábado por la noche olvida esa información. Por eso, Carballo incide en que «hay que pensar en herramientas alternativas como la difusión de otro tipo de ocio o generar habilidades de comunicación para solventar la presión». Incluso la gente que piensa que no le va a pasar nada puede acabar desarrollando una adicción si sigue unos hábitos diarios. En este sentido, con el tabaco hay más prevención que en el alcohol, sobre todo en lo referente a las leyes y los precios. «Sin embargo, después no hay otras herramientas», apunta Carballo. Indica que hay que enseñar esas conductas alternativas: es menos probable que alguien que practique deporte o concienciado en casos de enfermedades de su familia, caiga en estas adicciones.
¿Si no se puede evitar que la gente pruebe el tabaco, cómo evitar que una vez lo prueben no sigan fumando?
En cuanto a las campañas, las hay contra el botellón o que piden moderación a la hora de beber, pero apenas tienen impacto. ¿Y en qué punto es la moderación? El alcohol es la única droga en la que se puede realizar un consumo de bajo riesgo ¡, los hombres no deberían beber más de 18 UBEs a la semana (16 en el caso de las mujeres) (una UBE equivale a una caña o copa de vino) ni más de seis unidades de bebida estándar -4 en mujeres- en un periodo de 4-6 horas, lo que se denomina consumo en atracón). Una copa equivale a dos UBEs medidas de bebida estándar, por lo que beber tres copas en una noche, un fin de semana, ya es consumo de riesgo. Esto significa que mucha gente presenta un consumo problemático de alcohol, un consumo excesivo para su salud. Se puede hacer un consumo de bajo riesgo, pero en tanto que te pasas puedes desarrollar más de 200 enfermedades según el último informe de la OMS. Cuando se publique el nuevo, serán 300, tantas o más que el tabaco. Se ha visto que aumentar la probabilidad de que un consumidor sea cirrótico, hipertenso o que desarrolle un cáncer y que este sea más agresivo.
En cuanto al tratamiento, el gran problema de todos los que son alcohólicos, es que menos del 10% van a tratamiento. Generalmente no están sensibilizados, y como en todas las adicciones, intentan superarlo por sí mismos, pues una de las cosas habituales es que los consumidores no reconocen que tienen un problema de abuso. «Me sienta mal el alcohol», «da igual»… son casos típicos de comentarios que se hacen y que quieren evitar la visibilidad del problema.
Pero esto no significa que no existan soluciones, los tratamientos funcionan según el NIDA y la APA, que aseguran que los tratamientos eficaces son psicológicos, a veces en combinación con los farmacológicos. Este proceso de cambio requiere tiempo y esfuerzo y que haya caídas o incluso recaídas es normal dentro del proceso de recuperación. Cuando se deja una adicción hay que poner una estrategia de afrontamiento o de sustitución para que se rompa ese hábito, una conducta que hacía todos los días.
Quienes tratamos estas adicciones estamos sesgados porque sólo tratamos a un pequeño porcentaje de quienes reconocen tener estos problemas. A veces tampoco lo reconocen por miedo a que se les estigmatice
Entre las estrategias de afrontamiento están por ejemplo no ir a sitios donde se sabe que se va a consumir, tomar otras cosas si no se quiere salir de ese contexto o aumentar la autoeficacia (sentirse capaz de hacerlo) estableciéndose metas realistas, empezando poco a poco. También se recomienda tener una mejor dieta, hacer deporte, apoyo de la familia… pero en definitiva se necesita de un trabajo muldisciplinar, puesto que las adicciones afectan a todos los aspectos de la vida: laboral, social, sanitario, legal… El gran reto de los profesionales que tratan estos casos es poder llegar a todo el mundo.